Sorteado este último escollo en forma de recital, Carlos Alcaraz (6-4, 6-4 y 6-0 a Miomir Kecmanovic) pide permiso a los presentes para sentarse. A estas alturas del torneo, todo descanso cuenta y el número dos del mundo se acomoda en el sofá de un vestíbulo de Melbourne Park para responder a las preguntas de los enviados especiales. Dice Alcaraz que tiene la confianza por las nubes, que a Alexander Zverev –rival en los cuartos del miércoles– puede pasarle factura el esfuerzo efectuado hasta ahora y que sintió impotencia en noviembre en Turín, donde se inclinó ante Novak Djokovic en las semifinales de la Copa de Maestros.
Precisamente, Djokovic es, en opinión de Rod Laver y de muchos aficionados al tenis, el indiscutible favorito para alzar el trofeo el domingo en Melbourne. No obstante, la leyenda fue más allá el sábado, cuando aseguró que la organización ya podía ir inscribiendo el nombre del serbio salvo que medio un milagro. Considera el gran mito australiano, de 85 años, que Nole es el perfecto ejemplo de lo que debe ser un campeón y que sus golpes son inmejorables, de modo que lo ve coronándose por undécima vez, la 25ª en un grande.
En el transcurso de la conversación con el murciano, antes de que se retire al céntrico hotel a orillas del río Yarra en el que se hospeda, EL PAÍS le plantea esta cuestión: ¿Qué le responde al bueno de Laver? Y él, sin pelos en la lengua, con esa espontaneidad veinteañera, responde.
— Pues… Que me llamo milagro. Vamos a intentar que eso no ocurra. Djokovic ha ganado muchas veces, está a un nivel pletórico. Esto es tenis y nada se puede dar por hecho. Vamos a trabajar y vamos a dar nuestro pasito para estar en semifinales, eso es lo primero. Ojalá que podamos llevarnos el título aquí. No me extraña que Laver diga eso, por quién es Novak, por cómo viene, por las veces que ha ganado aquí…
Previamente, Alcaraz ha comentado ha hecho un partido “impecable” y recuerda que en el US Open ya se dio una situación similar a la actual. Entonces barrió a Zverev, que este martes ha empleado más de cuatro horas para batir a Cameron Norrie. “En un Grand Slam, si quieres hacer grandes cosas, cuantas menos horas estés en pista mejor. Él ya lleva dos partidos muy duros [resueltos en el desempate del quinto set]. Y en Nueva York pasó prácticamente lo mismo; él llevaba muchas horas a la espalda y al final le pasó factura. Aquí no sé qué va pasar, pero quizá vuelva suceder. Yo no llevo tantas horas y cada vez voy sintiéndome mejor, así que a ver qué pasa”.
Por último, el tenista dice que trata de aplicar en cada encuentro la táctica de la intimidación. Cree que en situaciones como la de Kecmanovic, los rivales “pueden llegar a sentir impotencia por el hecho de estar jugando bien y no conseguir el resultado que quieren”. Y concreta: “Es algo que intentamos, meterle esa intensidad y ese buen juego para que en un determinado punto del partido, ellos puedan llegar a bajar los brazos. Intentamos meter ese miedo, tanto al de enfrente como a los que están viendo el partido desde fuera. Yo lo sentí con Novak en Turín. No creo que jugara un mal partido, pero no hubo manera”.
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