La fuerza de la identidad, la fuerza primitiva, hizo nacer de la ilusión al Euskaltel-Euskadi, la marea naranja de los Pirineos, en el Tour, en los Alpes, en la Dauphiné, Haimar Zubeldia, Iban Mayo, Roberto Laiseka, Samuel Sánchez, o Mikel Landa. Habla de aquellos tiempos, 20 años ya, Aitor Galdós, nuevo presidente de la Fundación Euskadi y mánager del equipo, y lo hace para huir de la melancolía. Los tiempos que corren no permiten nostalgias, sino para lo que los filósofos llaman una recapitulación creativa. “Aquello nos dejó un legado, nos ha dejado una historia bonita. Este equipo se conoce por esos años que vivimos ahí, es algo que nos ha posicionado de una manera muy importante dentro del mundo del ciclismo”, dice Galdós, de 44 años, estudiante de ADE, ciclista del Euskaltel cuatro años después de empezar en Japón y crecer en Italia. “Pero los tiempos cambian. Asumir presupuestos del WorldTour es inviable para un equipo cuyas empresas se limitan al ámbito de Euskadi y hay que competir con proyectos de Estados, con multinacionales muy fuertes”.
Mira a su alrededor Galdós la cafetería del hotel de Altea en el que se concentró el equipo hace unas semanas, plagada de chicos de naranja, y no solo, también de chicas vestidas de morado, y Joane Somarriba, la más grande en la historia del ciclismo femenino español, con ellas, y la esperanza de que, por fin, lleguen herederas de su temple. Y ellas, que forman el equipo Laboral Kutxa, también englobado en la Fundación Euskadi, también bajo su égida, son la razón del orgullo y de la fuerza de Galdós, quien, junto a otros de sus padres fundadores en 2018 —Pedro Celaya, Haimar Zubeldia, Ander Egaña…— han creado un modelo de funcionamiento y organización que deberá servir de referente para la nueva época del equipo masculino. Un objetivo: que los chicos funcionen tan bien como las chicas. “El Euskaltel estaba un poco en decadencia, no ilusionaba ni dentro ni fuera y había que darle un cambio. Cuando la inercia es negativa y algo no ilusiona, hay que hacer cambios. Volver a correr el Tour masculino es un sueño, pero estamos en un proceso de crear un modelo que ilusione. Y vamos a ver, con ese caldo de cultivo, hasta dónde podemos llegar. Si simplemente las limitaciones son económicas, sería algo bueno”, dice Galdós. “Con las corredoras estamos a las puertas de ser un equipo WorldTour dentro de unos años, pero que los corredores se nos vayan a equipos WorldTour será parte del trabajo bien hecho. Y será parte del proceso de crecimiento de nuestro equipo. Y ojalá nuestro equipo masculino fuese un referente para los WorldTour donde formar a sus corredores”.
Con menos de dos millones de euros al año se puede manejar un buen equipo femenino en la máxima categoría y correr con garantías las grandes carreras, Tour, Vuelta, Giro, clásicas. En el WorldTour masculino, en el que el presupuesto medio de los equipos alcanza los 25 millones, los más grandes, con presupuestos rondando los 40 millones, se llevan a los mejores corredores, y dejan al resto las migajas. Si el Movistar femenino, el mejor equipo español, aunque ninguna de las mejores españolas corran con la M, es una especie de hermana pequeña del masculino, aunque las grandes victorias para la familia Movistar los dos últimos años hayan sido las de las mujeres, la neerlandesa Annemiek van Vleuten sobre todas, el Laboral Kutxa es ya la hermana mayor del Euskaltel.
Las mujeres mandan. Las mujeres han ocupado el centro del proyecto de la Fundación que nació en los años 90 solo pensando en masculino. Los símbolos no engañan. Su maillot morado es también el maillot del equipo sub 23 masculino. Y en el centro de ellas, una líder, Ane Santesteban, junto a Mavi García, la mejor ciclista española del momento. Es de Errenteria (Gipuzkoa). Tiene 33 años y ha regresado a un equipo de casa después de 11 años peleando en el extranjero, Italia, Alemania, Australia. Su regreso es la mejor prueba de que el Laboral Kutxa es algo importante. “La Fundación, sí, será conocida por el Laboral. Yo lo he vivido con muchísimo orgullo y de hecho fue una de las razones por la que me impulsó a venir aquí. Yo estaba muy bien en el Jayco, pero hablando con Aitor Galdós, hablando con Ander Toña, vi realmente la apuesta que hacían, creían en el deporte femenino, en el ciclismo femenino y eso es lo que me impulsó un poco a tomar la decisión. Hace unos años parecía impensable el poder tener una estructura como esta en Euskadi”, dice. “Parece que he estado esperando y por fin ha llegado la oportunidad. Llevo tantos años pidiendo tener un equipo, ahora lo hemos conseguido y ahora tengo que ir ahí en mi mejor momento y hacer lo que tenemos que hacer”.
Santesteban habla de la tierra, de las raíces, de la fuerza de la tradición, pero habla de algo más, habla de igualdad hombre-mujer, de la necesidad de que el ciclismo femenino sea plenamente profesional. “El proyecto es algo más que romanticismo, es generar cantera de buen ciclismo femenino”, dice la ciclista guipuzcoana, octava en el último Tour de Francia, y señala, sentada en otra mesa a su compañera Eneritz Vadillo, vizcaína de Gorla, de 19 años, y estudiante de Ingeniería Industrial, o a la navarra Idoia Eraso. “Ellas son el futuro. Sé que hay futuro, me da mucha tranquilidad y me hace también ilusión el poder ayudarles a ellas. Durante muchos años no hemos tenido igualdad y hemos tenido que estar compaginando nuestra carrera deportiva con los estudios o trabajando. Ahora esto va mejorando y gracias a equipos como Movistar o Laboral Kutxa, tenemos la oportunidad de ser profesionales de verdad. Han puesto ya unas condiciones mínimas en el ciclismo. Se va por buen camino y sé que las cosas van a salir”.
Si en el WorldTour femenino el salario mínimo asciende a 35.000 euros anuales (14 pagas de 2.500), para la categoría profesional del Laboral Kutxa la federación española fijó como tope inferior el salario mínimo interprofesional, 14 pagas de 1.134 euros (15.876 euros anuales). Tan escasa como parece, la cantidad es excesiva para la mayoría de los equipos, y algunos, como el Durango, han tenido que echar el cierre. “Yo lo he vivido con mucha pena porque yo también corrí en el Bizkaia Durango y si hoy estoy aquí sentada es porque ellos me dieron la oportunidad de poder ser ciclista o poder ir a las carreras profesionales por lo menos. Lo viví con mucha pena, pero a su vez también entiendo que hay que tener unas condiciones mínimas porque no puede valer todo”, dice Santesteban. “Si queremos ser profesionales, debemos tener unas condiciones mínimas. Necesitamos igualdad. Igualdad en la sociedad, igualdad en el deporte…”
Oportunidades para el deporte femenino
A Santesteban, que ha crecido en equipos extranjeros, le hace gracia oír tantas veces que las holandesas, que lo ganan todo, son una raza superior, por lo menos. Enseguida responde que la diferencia es cultural y social, una cuestión de igualdad y de la importancia que el deporte femenino tiene en otros países. Y había como una persona que conoce mundo.
“He conocido muchísima gente del extranjero, he visto diferentes culturas y eso yo creo que también es superenriquecedor a la vez. Pues a mí me daba también muchas veces rabia tener los resultados y demás y no tener esa igualdad. Solo por ser mujer no tener las mismas oportunidades. Lo hemos vivido muchos años. Una desigualdad terrible que cuesta entender. Yo me acuerdo cuando hice top 10 en el Giro (2020) estaba cobrando 7.000 euros al año, ¿sabe? Y eso me da rabia. Es decir, solo por ser mujer me cuesta encontrar un entrenador que me quiera entrenar; me cuesta encontrar un equipo… Es que dices, me dan ganas de dejarlo todo porque solo por ser mujer no tengo las oportunidades que tienen los hombres. Y por eso, cuando sale un equipo así estoy superagradecida porque ves que realmente se apoya al deporte femenino. Entonces, a lo mejor no es un equipo WorldTour, pero para mí me dice más que apuesten por mí y me apoyen y tener a lo mejor menos estructura, pero por lo menos me siento querida”.
Y del presente, Santesteban salta con facilidad al pasado cercano, a Joane Somarriba, su inspiración.
Joane Somarriba. ‘’A Joane le conozco de hace tiempo, porque tuvimos a Ramontxu [González Arrieta, pareja de la campeona y padre de sus hijas] de seleccionador. Siempre hemos estado en contacto y además me acuerdo de que cuando era más pequeña leí su libro y me inspiró bastante‘’, dice. ‘’Todo el mundo sabe que lo que ha conseguido ella no se ha vuelto a conseguir. Es un referente en todos los sentidos. Y todo lo que dice lo escuchamos. Sí, sí, sí, todas, mayores, jóvenes, todas, y da pena también que una como ella no haya tenido las oportunidades que estamos teniendo ahora las demás”.
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